jueves, 22 de septiembre de 2011

AMOR SILENTE


I


Noche



tú, noche estrellada, parte oscura de las horas, que albergas el sueño de los santos y el libertinaje de aquellos que no elevan sus miradas en las plegarias.

Tú, cielo apagado, que ves a tantas almas elevarse injustamente y que eres la fuente renovadora de nuestras energías.

Tú, escenario de la muerte, que también fuiste y serás testigo de tantas declaraciones de amor, te muestras hoy de una forma extraña. Puedo notar como tratas de colarte, afanosamente, por entre las hendijas de la persiana ¿Qué buscas aquí entre nosotros?

Tú, oscura bóveda, que te ciernes sobre nuestras cabezas, camino de plegarias a dioses modernos y a los ya olvidados. ¿Qué pretendes esta noche de frío invernal?
Cielo ausente de luz, cúpula repleta de pequeños diamantes infinitos, que te presentas una vez más sobre nuestras almas y cuerpos, ¿Cuántas hermosuras arrancaste de jóvenes doncellas sin siquiera preguntar? ¿Cuántos hombres quedaron desgarrados en sus corazones por tu egoísmo?
¿Qué ocultas bajo tu manto de nubes entrelazadas? ¿Es que tanta envidia me tienes por estar junto a ella, que hasta serías capaz de abandonar el lugar que ocupas sólo por estar a su lado?
No me atemoriza el poder que pudieses ejercer sobre mí, pues sé que el dios de los amores intercederá en esta disputa y me brindará su apoyo. ¿Por qué piensas que tu capricho puede ganarle al añejado sentir de mi corazón?

No dejaré siquiera que te lleves una pizca de su rostro, no cederé ante las promesas que pudieses hacerme a cambio de su compañía. ¿Es que no puedes ver desde allí cuánto es el amor que corre por mis venas? ¿Es que no escuchas a mis plegarias elevarse para que algún dios me conceda la eternidad a su lado?
No te conviertas en mi adversaria; vuélvete mi compañera, y dime qué es lo que hace mi amada, noche tras noche, antes de cerrar sus ojos. Cuéntame acerca de cómo peina sus largos cabellos, de sus pasos antes de recostarse. Dime lo que me he perdido acerca de sus descansos en tus turnos.

¿Cómo osas decir que la amas? Si jamás has estado durante los días de sus dolores. ¿Cómo planeas compartirte a su lado? si tu esencia se extinguiría en su sonrisa.
¿Podrías abrazarla durante todas tus horas, y soportar que tu contrario también lo haga, y aún así no titubear en tus celos? ¿Cuánto convivirías en la cordura antes de caer en la locura por no poder jamás besarla?

Te pido que recuerdes cuántas noches hube cerrado mis ojos con su imagen, y cuántas veces tuve que explicar a mi corazón que, en ciertas oportunidades, a los sentimientos es mejor callarlos, por más buenos que sean.
Tú sabes el tiempo que dediqué a plasmar mi amor por ella en cada letra que recorría mi mente alada, y las veces que deseé ser el mismo Aquiles para borrar de esta vida a quienes la hicieron llorar, por más leve que haya sido el daño.
Sabes tú a cuantos dioses les he pedido que dejen a su corazón sumergirse en la plena felicidad, sin ser tocada por las gotas del dolor.

¿Cuántas veces has prometido amor eterno?
Escucha a los astros que te rodean; amores estampados pidiendo que cumplas tu palabra.

¡Apártate de ella!, busca lo que necesitas en otra habitación; aquí no está lo que puedes quitar.

Vete y déjame contemplarla, pues, nunca antes un ángel reposó en mi lecho de sueño.





















































II


Luna



tú, luna, medalla de plata, que quedaste resignada en el podio por no dar vida, y ser el asilo que atestigua a quines animan las llamas del demonio.

Tú, lóbulo brillante de la noche, que suavemente destilas tu oscuro esplendor para que las tinieblas, no se abatan terriblemente sobre todos y cada uno de los rincones.
Tú, diosa italiana, que fuiste prometida por tantos amantes, tratando de demostrar que hasta lo imposible es posible por amor, aunque sólo sean palabras que se las lleva el viento.
Tú, lámpara de la noche, que con tus extensos brazos rompes hasta lo inédito para acariciar a este hermoso ángel una vez más, ¿es que se te ha vuelto un vicio posarte sobre ella? ¿Es que descender hacia tu amado, noche tras noche, te despojó de tu encanto, que ahora quieres quitárselo a mi amada?

Tú, silenciosa acompañante de los enamorados, toma nota de los latidos de mi corazón y descifra su nombre; escucha a mi alma como se regocija por el amor desbordado hacia ella.
Luna, que eres y serás el terreno en donde todos los enamorados, en su sueño de felicidad, desean vivir eternamente.
Tú, de nombre Selene, que no conociste de distancias para llegar a quien amas, abandona el egoísmo y deja a cada uno de sus detalles donde están. Tu amado sabe cuán hermosa eres.

Sé muy bien el esplendor que causarías si robases alguno de sus detalles, mas debo advertirte que son en ella una hermosura porque en ella viven estos detalles. Es su entero ser el que deberías robarte si quisieras impresionar a tu amado, mas no sería a ti a quien él estaría viendo, sino a la encantadora princesa que reposa junto a mí.

¿Podrías llevarte la gracia que tiene al reír o la simpleza que vive en sus ojos al hablar? ¿Cómo cargarías contigo a cada uno de sus detalles, si por serlos no significan que su tamaño quepa en tus manos?

Dime, luna, ¿Qué le dirás a mi corazón enamorado de aquello que te quieres llevar? ¿Podrías querer a tu amado si este escogiera otra forma de verte? ¿Lo querrías si cambiara la manera de tomar tus manos? ¿Cómo quererlo sin eso que tanto te cautivó? ¿Cómo amarlo? Si él se ha marchado al olvido por dejar estos detalles atrás.

Déjame de esta manera amarla. Amándola en cada una de sus ínfimas bellezas, que se cuelan día a día en mis venas y que nadan en mi corazón como sirenas en el mar.

Entiende que el amor hacia ella parte de lo más pequeño de mi ser, y a pasos de gigante va trazando nuevos caminos. Caminos que cualquier dios estaría dispuesto a transitar a cambio de su eternidad; entiende a mi corazón enamorado tanto como el tuyo de Endimión.
Créeme cuando te digo que la amo. Pregúntale a Cupido cuántas veces traté de robarle sus flechas para hacerla mía, y cuántos sacrificios hice en su honor para que me favoreciera en mi sentir.

Ahora vete, y déjame contemplarla, pues, nunca antes un ángel reposó en mi lecho de sueño.






























III


Estrellas




ustedes, pequeños astros luminosos, copos de nieve cristalinos, que pueblan el cielo desde antes que pudiésemos verlas, y que plantados en lo infinito nos embriagan de belleza; mas nunca nos será permitido tocarlas.

Ustedes, perlas infinitas de la noche, que de vez en cuando, se precipitan a lo desconocido por no poder abrazarse las unas a las otras. Diamantes de dioses inmortales, que prefieren desvanecerse antes de que alguien pudiese tenerlas entre sus manos.

Ustedes, racimo de esperanzas ancladas en medio de tanta oscuridad, lágrimas de perpetuas deidades en el éter prometido, que dibujan imágenes desconocidas aún a nuestra imaginación ¿Qué las tiene tan agitadas esta noche?
Ustedes, doncellas abandonadas de amores perdidos, no pretendan que ella ocupe un lugar a su lado, pues aún su corazón da latidos. Todavía su enamorado esta aquí para decirles que no es tiempo de su partida.
¿Cuántas de ustedes viven por ser el resultado de mis deseos a su lado? ¿Cuántas de ustedes, envidiosas de mi amor por ella, se precipitaron a tierra con el único fin de ver lo que parece imposible?
¡Cuan afilados están sus extremos! ¡No saben lo bellas que son por estar lejos y ser inalcanzables! Tal vez los dioses las amaron más desde el cielo que los hombres en la tierra. ¿Será por eso que extrañan de verme admirar la hermosura de mi amada en silencio? No vuelvan sus puntas hacia mí por la envidia de un sentir.

Tal vez es su designio sucumbir a un alma cuando un verdadero amor queda plasmado en lágrimas de dolor, pues, permítanme decirles que yo amo a esta hermosa dama y me postraré ante ustedes para defender hasta el más mínimo rincón de su alma, porque si a ella le quitasen un poco, a mi me dejarían sin mundo; si a ella le quitasen un suspiro, me condenarían al ahogo; si a ella le hurtasen un tono en su sonrisa, mi voz sucumbiría en el silencio.
Den a su alma la posibilidad de perderse una vez más en el amor. Déjenme hacer de los retazos esparcidos de su corazón un castillo, en donde cada esquina sea un paraíso de encantos.

Ustedes, que una vez amaron, ¿no hubiesen pedido de la misma manera por el alma de su enamorado? ¿No hubiesen blandido la espada contra el ser más invencible, sabiendo que cuidarían de él aún perdiendo su vida?
Permítanme amarla aquí y ahora, a esta estrella, el único significado que conozco para la palabra que relata mi sentir.

Sé que el amor tiene un nombre en cada uno, y sepan que el suyo esta en mí, mas no sé si su corazón tiene mi letras.

Si mi nombre no estuviese en su corazón, dejen que ella continué en la búsqueda de su verdadero amor; no intenten apartarla de esta tierra antes de tiempo. Dejen que el nombre de su amado se descubra en el día a día, y de esta forma pueda ser feliz. Les pido que a esta flor no la arranquen de su jardín.

¡Márchense! y sepan que se encontrarán conmigo en cada uno de sus intentos, y que no cederé a soborno alguno, por más preciado que éste sea.
Ya los dioses pierden el sabor sin ustedes en el cielo.

Váyanse, y déjenme contemplarla, pues, nunca antes un ángel reposó en mi lecho de sueño.

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