jueves, 23 de septiembre de 2010

PRESENTAMOS UN FRAGMENTO DE "La Cabaña Cósmica de Nel Sikuma"


LAS NAVIDADES DE MATILDE

Historia de una princesa del reino de Dinamarca, nacida en la Argentina de América del Sur. Matilde es la protagonista, descendiente de un pueblo poderoso nórdico-escandinavo, cuyas hazañas sembraron de admiración y temor en gran parte de Europa.

Cuando la Dinamarca del Siglo XIX, tras largos encuentros bélicos debe ceder parte de su territorio, un caballero con escudo en alto se aleja del reino, llevando consigo la misión conferida por la hermandad. Navegó los mares del norte y tocó costas Atlánticas. La cruz del sur en el cenit, lo guiaba hacia la Argenta. Un infinito camino, y tan incierta la “Tierra del Oro Espiritual” que hasta dudó de su existencia. Sin embargo allí debía echar anclas y en ese lugar izar la Insignia Ancestral.
La noche se cubrió de estrellas, pero al oeste una brillaba más que las demás: Venus, su irradiación anticipaba de manera clara y directa, que el momento había llegado.
Origen y destino en la campiña cordobesa de la república Argentina. Fueron muchos los inmigrantes que en la búsqueda de una tierra prometida llegaban con la esperanza de una vida de paz y trabajo, donde trocar fusiles por arados.
Aquel caballero no fue la excepción; y lejos de su raíz, construyó el hogar que recibiera a “Matilde” el 30 de Enero de 1894.
Bajo el signo astral de Acuario y portando cántaro de agua viva, una bella y adorable niña viviría con la noble humildad de los campesinos y el porte real y generoso de una Princesa. A veces, su mirada seguía el vuelo de las aves que pasaban rasantes, y se elevaban hasta la torrecilla de algún palacio rescatado del álbum de los recuerdos.
Siguiendo las costumbres de la época, Matilde, de muy jovencita, fue prometida en casamiento y pronto contraería matrimonio con un joven del lugar.
Entonces, el universo conspiró para que la alegría reinara en las páginas de su nueva vida. Paso a paso, llegaron cinco caballeros a la propia corte, su hogar, rodeada de jardines donde crecían flores de áurico perfume: Margaritas, Dalias, Rosas y Azucenas, convertidas en bellas doncellas. Alquimia de la primavera, que no es ajena al amor.
¡Qué lindo era ver una sonrisa en el rostro de Matilde! dijo cierta vez mi padre, uno de sus Caballeros, quienes la cuidaban celosamente.
Matilde se movía con la serenidad que otorga el espíritu Divino. Ni ogros, ni brujas que suelen aparecer en la vida de las princesas, lograron vencerla.

LO SOBRESALIENTE DE ESTA HISTORIA QUE LA HACE INNOLVIDABLE, ES EL MILAGRO DE LAS NAVIDADES.

Es noche buena, y en la campiña aguardan la gran señal. Todos miran al cielo, hasta que resplandece la Estrella de Belén; la misma que guiara a los Reyes Magos.
Los nueve hijos de Matilde, colmaron sus zapatitos con cartas y regalos para el niñito dios. Habían fabricado juguetes con latas y maderas, con telas, lanas y pinturas.
Los niños del mundo así participaban, para que todos los obsequios fueran repartidos en distintas ciudades; hasta las más lejanas aldeas de montañas nevadas participaban de esa ofrenda.
Cuando sus hijos dormían soñando con las sorpresas de Navidad, Matilde caminó en puntas de pie hasta el huerto de los naranjos. La luna plateaba su larga trenza y la joven madre parecía un ángel recortando ramitas con aroma de azahares, que después quitándole su corteza los convertía en los dulces chupetines ansiados por los chicos.
Chupetines de caramelo, eran su presente, la gratificación y el alborozo de todos. Un instante de creatividad y un “milagro” que ella nunca logró explicarse.
Matilde derretía azúcar en la sartén y dejaba caer gotas de aquél almíbar en los palitos de naranjos alineados sobre la mesada de mármol. Rápidamente se cristalizaban las más variadas y divertidas formas, para luego envolver los chupetines con sumo cuidado en papeles transparentes de distintos colores. Después llevaba los dulces al lado de cada cartita dirigida al Niño Dios, las cuales se encontraban firmadas por sus retoños, Margarita, Armando, Alfredo, Dalia, Osvaldo, León, Rosa, Azucena y Oscar.
Exactamente en ese momento, la galería de la casa, los jardines y más allá, eran testigos de un fenómeno de iluminación del que “Ella” participaba año tras año. Esa vivencia fue guardada siempre en lo profundo de su alma.
Perpleja, vio la noche transfigurarse cuando un caballero en corcel alado, descendió con las alforjas repletas de juguetes cumpliendo el anhelo de sus hijos, y complacido cargaba los regalos que los chicos habían preparado.
Matilde, vacilante y sin ser vista, observó un vuelo fugaz que dejaba la estela de aquel caballero desplegando al viento su capa blanca que dejaba traslucir una cruz roja en el medio.
La Insignia de Hermandad, que trajo mi padre a la Argentina. Recordó Matilde.
Sin darse cuenta del misterio develado.

La historia se remonta a los Templarios y su orden militar.
Las hojas de los árboles se agitaron al viento insinuante de la primavera, y las recién llegadas golondrinas revoloteaban alrededor del antiguo campanario que exhibe como auténtico testimonio la Cruz. “Las cruces de la Orden de Cristo, eran rojas sobre fondo blanco”. La Iglesia del Priorato de los Caballeros de la Orden Militar de San Juan de Jerusalén, consagrada como la Orden de los Hospitalarios en los Siglos XI y XII durante las Cruzadas.
Cuando los desplazamientos de peregrinos cristianos a Jerusalén se hicieron muy peligrosos, surgió una milicia creada por sólo nueve caballeros dedicados a vigilar los caminos, que de esa manera resultaban mucho más seguros.
En recompensa, recibieron residencia permanente en el sitio donde antes se alzaba el legendario templo del Rey Salomón.

Así nacieron “LOS TEMPLARIOS”.

Se dice que registrando las ruinas del lugar, los Templarios habrían encontrado reliquias preciosas, objetos divinos como el Arca de la Alianza, el Santo Grial y La Sabiduría de un Conocimiento, en parte científico pero también esotérico, que les permitió crecer y diseminarse por toda Europa.
Los Templarios nórdicos preservaron ese Conocimiento.-

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